Es una mañana calurosa en el valle central de California cuando la hermana Katese coloca un hábito de color blanco, camina hacia el huerto situado en la parte trasera de la propiedad, prende un ramillete de hierbas con un mechero y comienza un ritual que la conduce por un pequeño sendero hacia una plantación de marihuana medicinal. Los cánticos que entona ponen las notas de color a esta granja ubicada en un enclave secreto del condado californiano de Merced, sede de operaciones de las Hermanas del Valle (The Sisters of The Valley LTD).
Todo es una simpática puesta en escena, un original ejercicio coreografiado de marketing que ha dado sus frutos: los productos que aquí se elaboran y que solo contienen CBD (es decir, no contienen THC, el principio psicotrópico de la marihuana), se venden y distribuyen por todo el mundo. El surgimiento de este negocio se suma a una tendencia que también ha visto brotar en los últimos años ‘iglesias cannábicas’ en California y otros estados – algunas venden productos psicotrópicos y otras no. Algunas tienen permisos legales; otras no. Algunas son religiosas; otras no.
“Nuestra misión central es que la medicina basada en el uso de plantas llegue a las manos del mayor número posible de personas de una manera sostenible y honorable, además de crear carreras profesionales llenas de honorabilidad, espiritualidad y opciones para las mujeres”, asegura a Público la hermana Kate, fundadora de la empresa y cuyo verdadero nombre es Christine Meeusen.
El nacimiento de la hermandad hace cuatro años y medio está entrelazado con la historia personal, creencias y evolución política de Kate. Antes de alcanzar la treintena, cambió el alcohol por la marihuana recreativa al darse cuenta de que esta no le generaba “resaca” y solo le “relajaba”. También pasó de ser votante de Ronald Reagan a convertirse en la ‘monja’ de las protestas contra Wall Street y votar a Bernie Sanders en las elecciones demócratas. Su etapa en Amsterdam y las enseñanzas que extrajo de las Beguinas del siglo XII consumaron la metamorfosis de su visión, que gira en torno al importante lugar del matriarcado en la sociedad, la presencia de la mujer al frente de la estructura de negocios privados y la ayuda a los necesitados.
“(Las Beguinas) eran las primeras enfermeras organizadas en los castillos de Europa. Nosotras somos las primeras herbalistas organizadas en el sistema moderno de castillos”, explica Kate. “No se afiliaban con ninguna religión porque eran académicas de todas las religiones y criticaban la corrupción y a los líderes corruptos de las religiones contemporáneas (como nosotras)”, agrega mientras denuncia a las compañías farmacéuticas y recalca la importancia de consumir productos procedentes de la madre naturaleza.
Desde que iniciaran sus operaciones, Kate aclara que las monjas hacen votos, aunque no religiosos, y que el cannabis no ha formado parte de sus creenciasespirituales ni costumbres.
“La hermana Rosa, por ejemplo, es alérgica al cannabis. Otras hermanas no lo fuman y muchas están sanas y no lo necesitan”, explica. “Requerimos a las hermanas que estén al servicio de la gente, obedezcan los ciclos de la luna, vivan de manera simple y dediquen tiempo cada semana o mes al avance de las causas del activismo progresista, a la castidad (privatización sexual) y a la ecología (reducir la huella anual)”.
La popularidad de las monjas en los últimos años ha ido in crescendo. En su plantilla tienen a la hermana Sierra, una exmonja franciscana, y han expandido su presencia fundando otros enclaves secretos en Humboldt, México, Bélgica, Reino Unido, Nueva Zelanda, Suecia y Dinamarca. Pero en la granja central ahora solo viven cinco hermanas y dos hermanos de los diez que había.
Ataques bancarios
“Perdimos dos hermanas y un hermano recientemente debido a desafíos bancarios y amenazas del gobierno local de cerrar nuestras operaciones”, explica Kate.
La reducción de plantilla se produjo después de que la cuenta bancaria de la hermandad fuera congelada a raíz del lanzamiento del tráiler de Breaking Habits, un documental dirigido por Rob Ryan que mostraba a Kate portando un arma de fuego y que la retrataba como si fuera un gángster, unos hechos que Kate denunció en un podcast en un medio estadounidense.
Sin acceso a los fondos corporativos, Kate creó in extremis una campaña GoFundMe. En cuestión de dos semanas, logró recaudar el dinero necesario para restablecer las operaciones. “Aún estoy con estrés postraumático por todo lo ocurrido. Vamos a estar bien. Tuve que navegar por muchas situaciones complicadas hasta retomar la seguridad”, asevera.
A pesar de los estragos, este mes la hermana Aminatu se incorporará a la orden de California en una ceremonia no religiosa a la que acudirán las dos hermanas mexicanas y las dos de Humboldt. Con estos refuerzos, podrán seguir cultivando un huerto con cerca de 36 plantas de alto contenido en CBD de donde salen tinturas, ungüentos y otros productos medicinales.
Aunque la compañía ha operado sin una licencia desde sus inicios, Kate lleva años profesando públicamente que paga sus correspondientes impuestos sobre las ventas y asegura que “implementar estrategias para evadir impuestos” va en contra de su filosofía.
Pero en California, no todos los negocios mantienen una política de transparencia. De hecho, el mercado ilegal de marihuana en el estado dorado se remonta a 1995, cuando la industria de la marihuana medicinal era incipiente, según detalla un informe publicado en febrero de 2019 por la Oficina de Control del Cannabis de California.
Veintiún años después, el 8 de noviembre de 2016, los votantes californianos aprobaron la Proposición 64, la cual legalizó la posesión de ciertas cantidades, el cultivo y el consumo de la marihuana recreativa en adultos mayores de 21 años en lugares privados. California se sumaba así a otros estados como Oregón, Washington y Colorado en la despenalización de la droga, desafiando la ley federal, que continúa prohibiendo su posesión y consumo.
Pero en 2018, el primer año en el que las ventas de marihuana medicinal y la posesión entre adultos estaban reguladas, el mercado negro en California estaba en pleno ascenso. La marihuana recreativa se vendía a siniestro y diestro sin permisos y sin pagar impuestos sobre las ventas. La fuga económica era importante. De los mil millones de dólares en impuestos que hacienda estimaba recaudar por la legalización, recibió 345.2 millones.
“El mercado sin licencias continúa floreciendo, en parte debido a la ventaja comparativa financiera de dichas operaciones sobre los negocios legales de cannabis, los cuales están comprometidos a pagar el costo de las licencias e impuestos”, reza el informe. “El incumplimiento está creando un entorno al alza para el ‘mercado negro’ no regulado”.
Oportunidad de mercado para las iglesias cannábicas
Y es precisamente en esta coyuntura donde las iglesias cannábicas pueden hacer el agosto porque, como organizaciones religiosas, están exentas del pago de impuestos a hacienda. Aún así, no las tienen todas consigo.
El 15 de noviembre de 2017, varios miembros del departamento del alguacil del condado de Los Ángeles irrumpieron en el Church of Hundred Harmonies, una iglesia cannábica situada en la localidad californiana de La Puente que pertenece a la Asociación de Ministerios Sacramentales. En una sala se encuentra el santuario. En la otra, el dispensario, donde los devotos compran marihuana al gramo antes de sumarse a las ceremonias religiosas.
La redada culminó con la incautación de casi 300 dólares en efectivo y unos 30.000 dólares en distintas clases de marihuana, cannabis concentrado, cera cannábica y productos comestibles elaborados con marihuana como barritas de chocolate. La polémica estaba servida, porque donde las autoridades vieron un ‘dispensario ilegal’ de marihuana, los devotos vieron “cannabis sacramental”. “Los Ministerios Sacramentales tienen un área de sacramento, distinta en cada uno ellos, donde los miembros tienen acceso al sacramento que el ministerio provee”, explica a Público Brent David Fraser, fundador de la Asociación de Ministerios Sacramentales.
Fraser, que también es actor, aclara que la iglesia no “vende” cannabis, sino que recibe donaciones “quid pro quo” y que el cannabis sacramental sigue protocolos estrictos de cultivo a manos de hortelanos espirituales que velan por la tierra, el medioambiente y la limpieza. Un cultivo que se realiza en “tierra sagrada”, matiza. La iglesia y la asociación no tardaron en contraatacar, haciéndose con los servicios del letrado Matthew Pappas, que interpuso una querella contra las autoridadesalegando violaciones constitucionales, reivindicando el derecho a la libertad religiosa, al uso de cannabis sacramental en las ceremonias religiosas, así como el derecho a recibir donaciones que ayuden a la iglesia a mantener sus actividades.
“La demanda sigue su curso y el juicio comenzará a finales de este mes o posiblemente hacia mediados de agosto”, aseguró Fraser.
Otra prueba del tenso pulso que mantienen las autoridades y los negocios cannábicos en California, uno de los estados más liberales del país, tuvo lugar hace unas semanas en Redondo Beach, una ciudad de la costa del Pacífico. Allí, la Iglesia Oceánica de Sanación Alternativa (Seaside Church of Alternative Healing) cerró sus puertastras alcanzar un acuerdo extrajudicial con la ciudad para que esta retirara casi una veintena de cargos criminales que le habían imputado a la organización y a uno de sus trabajadores. Público trató, sin éxito, de obtener declaraciones de la organización.
Pero el movimiento de las iglesias cannábicas (o 4/20, como se las conoce en la cultura cannábica), no está circunscrito a California. En Colorado, donde el consumo de la marihuana es legal desde 2012, cada domingo a las 7 de la tarde, entre veinte y sesenta ‘Elevacionistas’ se congregan en la Iglesia Internacional del Cannabis para participar en el ‘Ritual Ceremonial del Encendido de la Vela’, donde se enciende una vela mientras se lee una oración de gratituden un acto que permite a sus miembros embarcarse en un viaje hacia el descubrimiento trascendental de sí mismos en una experiencia comunitaria. Todo cortesía de su flor más sagrada, el cannabis.
“Encender la vela representa el descubrimiento del fuego y la manera en que, nosotros, los humanos, nos hemos reunido alrededor del fuego para contarnos historias, para nombrar a los dioses y orar por sus acciones”, explica a este diario Lee Molloy, cofundador de la organización. “Es el centro natural desde donde encender nuestros porros para el ritual”.
La historia de los ‘Elevacionistas’
La organización, que abrió sus puertas el 20 de abril de 2017, admite a miembros de cualquier religión o creencia, no permite la entrada a menores de 21 años, no se pronuncia sobre la criminalización de la marihuana y se rige por la llamada Regla de Oro: “trata a otros como te gustaría ser tratado cuando tu mente está sana”.
Las reuniones y rituales transcurren en un edificio histórico del barrio de Washington Park en Denver. Una sólida fachada de ladrillo marrón custodia la capilla, cuyos muros interiores y techo están decorados con coloridos murales del pintor español Okuda San Miguel,una obra artística que contribuye a elevar la experiencia visual y sensorial de los miembros de la iglesia y de sus visitantes. De hecho, la organización está abierta al público en horario especial, pero durante este periodo no se permite el consumo de marihuana.
Cuenta Molloy que, fruto de sus operaciones los cofundadores se han enfrentado a procesos judiciales, teniendo que defender su “derecho a practicar la libertad religiosa” y recalcando que “un caso importante, lo ganamos”.
En la iglesia no hay líderes. Tampoco un papa, porque no creen en una estructura autoritaria ni consideran que una persona tenga una mayor capacidad espiritual o de liderazgo que otra. Y cuando le pregunto su opinión sobre la iglesia católica y lo que esta pueda pensar de las iglesias cannábicas, su respuesta es rotunda: “Creo que es mejor que el Vaticano dedique su tiempo a poner su propia casa en orden y a parar el abuso y violaciones a niños”.