No hace tanto tiempo que la hoz y el martillo y la imagen del Che Guevara salieron de la clandestinidad. Hoy vemos aquellos y otros símbolos estampados en camisetas, termos y parabrisas. Ahora le tocó el turno a las hojas de marihuana, una droga blanda que en Uruguay y el mundo cobró cierta aceptación social, de la mano de una poderosa corriente que favorece los derechos individuales.
La legalización de la planta con fines recreativos en Uruguay es histórica, innovadora a nivel global y un triunfo para los militantes de todas las horas. También puede ser una solución para aquellos cincuentones y sesentones sin dealer, aquellos que están más cerca del Audi que de Bob Marley y que ahora podrían fumarse cada tanto un porro sin tanta vuelta.
Me parece ver el festejo de los tres hippies de Los Fabulosos Freak Brothers, un comic estadounidense en el que todo gira en torno a la cannabis y el rock and roll.
La marihuana es una droga social, joven, amiga de las sensaciones, la conversación y las ideas. Parece que detuviera el tiempo, que se va estirando entre el hambre, las ganas de fumar y la paranoia.
Entre todos los abordajes sobre la cuestión del uso de drogas, bien lejos de la apología y los miedos, prefiero el de la libertad informada. Fumar o no fumar marihuana o tabaco, beber al alcohol, asistir al cine en vez del teatro pertenece a la esfera de decisión personal donde cada uno debe calibrar sus acciones de acuerdo a gustos, riesgos y preferencias.
Cada cosa tiene su precio y el más caro es el que paga el organismo cuando tomamos alguna sustancia, sobre todo en exceso. Es la información que ahora como nunca antes nos permite tomar decisiones, sobre todo en la esfera privada. Hoy podemos hurgar en la red y llegar hasta los últimos análisis científicos casi sobre cualquier cosa. En ese plano parece claro que no es lo mismo fumar marihuana que inyectarse con heroína, cocaína u otras drogas duras con la misma frecuencia. Más cerca, la pasta base trae consigo miserias personales y familiares que todos conocemos y no agrega abundar.
Las drogas no son iguales; los psicofármacos y las bebidas alcohólicas tampoco, sin hablar todavía de la calidad.
El argumento de la administración del ex presidente José Mujica, quien forzó a la actual administración a poner en práctica la legalización de la marihuana, apunta a quitar espacio al mercado negro del narcotráfico.
Ese objetivo es difícil de conseguir ya que los narcos hacen el dinero con otras drogas, principalmente la pasta base, con el mismo nivel de riesgo. De cualquier manera, la marihuana estatal puede hacer mella a los comerciantes ilegales de esta droga, sobre todo si continúa el ingreso de personas al registro de compradores y auto cultivadores.
En medio de contradicciones del gobierno, que al mismo tiempo que legaliza una droga lanza una campaña para desestimular el consumo, se respira una atmósfera de tolerancia a pesar de que las encuestas marcan una mayoritaria oposición a la venta libre de esta droga.
No hace mucho tiempo los fumadores trataban de evitar que las hemorragias oculares delataran su hábito de fumar. De allí la canción del brasileño Raúl Seijas: Quien no tiene colirio usa lentes oscuros.
Ahora no es necesario nada de eso, pero igual es mejor no andar por ahí con la facha de un vampiro (feliz).