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La ley para la regulación del uso de cannabis -cuyo predictamen se presentó la semana pasada en el Senado- es redundante, contradictoria, discriminatoria y contiene más de un artículo que violaría la Constitución.

Por Fernanda Alonso Aranda (El Plumaje – Animal Político)

El senador Julio Menchaca presentó ¡finalmente! un predictamen de ley para la regulación del uso de cannabis la semana pasada. Desafortunadamente, su propuesta no hace mas que esconder peligrosos intereses tras la verborrea y la pleitesía vacua a las causas nobles. Detrás de la complejidad de la ley se esconden sesgos en favor de una industria que puede invertir fuertes sumas de capital, bajo el pretexto de la supuesta protección del medio ambiente y los derechos humanos.

Después de varias lecturas, necesarias dado lo rebuscado y confuso del documento, uno nota la mano extranjera -que desconoce nuestro sistema legal- en su redacción. La ley es redundante, contradictoria, discriminatoria y contiene más de un artículo que violaría la Constitución. Se definen conceptos que ya están en otras leyes, se regular productos y cuestiones ya reguladas y se otorgar atribuciones a quienes ya las poseen.

En México, la regulación de la cannabis debe tener dos fines prioritarios: proteger la salud pública y revertir los daños de la prohibición. Una revisión seria del texto revela a un caballo de Troya, obsequiado por cabilderos de empresarios extranjeros, para avanzar sus intereses.

De convertirse en ley, el predictamen obligaría a los productores mexicanos a importar semillas del extranjero para proveer “…al mercado nacional de los lotes de semillas y plantas del cannabis durante el plazo que fije”. Además, exige comprobar la “adquisición lícita de semillas y plantas”. México es un país productor, pero bajo la prohibición, no existen semillas “lícitas”. Sólo las importadas lo serían. Incluso quienes deseen autocultivar tendrán que a comprarle semillas importadas a grandes empresas extranjeras.

La propuesta exige un sistema complejo de testado (pruebas de laboratorio) y trazabilidad (seguimiento de la semilla al anaquel de un producto). En el caso mexicano eso no tienen razón de ser. La trazabilidad tiene sentido en jurisdicciones fragmentadas como EE.UU., donde los estados que han legalizado, como Colorado, deben evitar que su producción alimente el mercado ilícito donde persiste la prohibición. Sin embargo, al regularse la cannabis en todo el país, este requisito se vuelve absurdo. Pero al ser oneroso, si excluirá del mercado a nuestros campesinos porque sus sistemas de producción no son adecuados para la trazabilidad: cultivan en campo abierto y no pueden etiquetar y seguir cada planta y sus derivados a lo largo de todo proceso. No producen en invernaderos high-tech.

Otra palabra bonita con efectos perversos es la sustentabilidad. La propuesta exige que el empaque debe “estar elaborado con materiales sustentables…” que sean “reciclables, biodegradables y compostables”. Estas medidas son en realidad barreras de entrada a los pequeños productores y comerciantes, favoreciendo a empresas con abundante capital. Es como si mañana Uber anunciara que va a priorizar a gente pobre para que sean sus conductores, pero poniendo en letras chiquitas que eso solo ocurrirá cuando estas personas conduzcan un coche eléctrico.

Empresas canadienses están posicionándose a mercados emergentes a nivel internacional. Canopy Growth y Aurora, dos de las empresas más grandes, ya han adquirido empresas en Alemania, Portugal, e Inglaterra. Tienen ya el respaldo las industrias de alcohol y tabaco, quienes ya forman parte de la creciente industria de cannabis. Altria, una de las tabacaleras más grandes dueña de Marlboro, y Constellation Brands, comercializadora de Corona, invirtieron miles de millones en las principales empresas de cannabis en Canadá.

Hay que evitar a toda costa que empresas canadienses sean quienes definan cómo se construye el mercado mexicano. Tenemos magníficos expertos, evidencia y conocimiento en materia de política de drogas en México. Contamos con mejores propuestas que ésta, sospechosamente presentada al cuarto para las doce con miras a meter bolas rápidas en el último inning.