Según una investigación realizada en Reino Unido, uno de cada tres usuarios que consumen esta sustancia presentan síntomas asociados a la dependencia.
Es riojano, tiene 32 años y trabaja en una discoteca. Lleva más de quince años en Madrid y ha decidido hablar con nosotros con la condición de salvaguardar su anonimato. Le llamaremos Cristian, como él mismo ha decidido. Cuando muchos imaginan el mundo de la noche, lo asocian con fiesta y drogas a todas horas, pero nos encontramos ante un hombre normal: alto, moreno y de una envergadura media que compagina este empleo con otro de horario de mañana.
«Mi fin de semana es el miércoles y el jueves porque los sábados y domingos tengo que ir a mi otro trabajo», nos comenta. Acudimos a una discoteca del barrio de Chueca, en pleno centro de la ciudad, para que nos cuente todo lo que sabe sobre la mefedrona, la sustancia que se ha convertido en la reina de la fiesta madrileña.
«Normalmente la gente asocia el consumo de este tipo de sustancia a una espiral de sexo, homosexualidad, enfermedades de transmisión sexual, chemsex…Muchos no entienden que es posible solo utilizarla con uso recreativo y que es compatible con un empleo estable, ser independiente, tener pareja y una vida perfectamente adecuada», explica.
Entre la cocaína y el MDMA
La mefedrona fue identificada por el Psychonaut Research Project -el organismo europeo encargado de investigar la aparición de nuevas drogas- por primera vez en 2008, cuando se analizó una tableta de aspecto parecido al del éxtasis en Francia y fue clasificada como droga ilegal en Europa en 2010. Es un estimulante que produce efectos similares a las anfetaminas, el éxtasis y la cocaína y aunque todavía se conoce muy poco sobre su composición y posibles impactos, se ha establecido como una de las sustancias favoritas de consumo en fiestas y discotecas entre jóvenes de entre 16 y 30 años.
Se puede ingerir, diluir en la mucosa anal o inyectar, pero la mayoría de los que la toman lo hacen esnifándola. «La vía de administración sirve para intensificar más o menos los efectos o para llegar antes a los picos», explican en la ONG Apoyo Positivo. Las dosis recreativas habituales (en torno a 150 mg por vía oral, 50 mg por vía intranasal) producen percepción de incremento de energía, sensación de estimulación, estado de alerta, euforia, locuacidad… Algunas personas refieren un efecto afrodisíaco o intensificador de las relaciones sexuales.
Muy adictiva
También llamada «mefe» o «miau miau«, es muy fácil de conseguir. Se compra por internet y es muy barata. En la red puedes encontrarla como abono, fertilizante o aromatizante para plantas y no para consumo humano. Lo poco que se conoce sobre las posibles reacciones adversas es la coloración azulada o morada de los miembros, un posible estrechamiento de la aorta, sudoración abundante y taquicardia.
Causa mucha sed, por lo que es recomendable hidratarse de forma regular con refrescos o agua en vez de alcohol; también produce acaloramiento corporal alto así que conviene descansar al bailar o cuando se mantienen relaciones sexuales. «Mezclar esta sustancia con otras drogas puede causar reacciones impredecibles y hacer que te sientas absolutamente desinhibido, lo que te puede llevar a situaciones bastante incómodas», aseguran en la ONG.
«Tras su prohibición han ido apareciendo una serie de derivados no fiscalizados o de legalidad indeterminada como la 4-Metil-N-Etilcatinona (4-MEC), bufedrona, flefedrona (4-FMC). Estas moléculas son muy parecidas a la mefedrona, pero sus efectos y riesgos en humanos son aún más desconocidos», explican en ‘Chem-safe‘. Esto provoca un vacío legal, ya que esta sustancia como tal no está considera (todavía) como ilegal.
‘Al por mayor’
«En la calle el gramo oscila entre los 25 y los 40 euros«, asegura Cristian. Según una investigación realizada en Reino Unido, uno de cada tres usuarios que la consumen presentan síntomas asociados a la dependencia.
El doctor Adam Winstock, quien llevó a cabo el estudio, subraya que este estuvo basado en entrevistas telefónicas con 100 usuarios de mefedrona. «Esta sustancia tiene una alta propensión de abuso y riesgo para la salud con cada vez más tolerancia, pérdida de control y compulsión de uso», escriben en el informe publicado en la revista ‘Addiction‘.