“Lo Que Llamamos Realidad Son Alucinaciones Que Asumimos Como Reales”

Anil Seth: «Lo que llamamos ‘realidad’ son alucinaciones que asumimos como reales porque todos tendemos a percibirlas de la misma manera»

Anil Seth está sentado en el lobby de un hotel en Santiago de Chile. «Esta silla es roja», dice.

La frase del neurocientífico británico resuena como una absoluta obviedad: está claro que se trata de una silla (y no de un gato, por ejemplo) y que es roja (y no violeta ni amarilla).

Pues en verdad no es cierto. O, mejor dicho, no tenemos cómo comprobarlo.

«Nuestra vida consciente está dominada por percepciones conscientes y estas tienen el carácter de que lo que experimentamos, lo experimentamos como si realmente estuviese allí», explica Seth.

«El rojo -continúa- no está ahí afuera en el mundo ni tampoco en mi cerebro. El rojo es algo que el cerebro está haciendo: dada la información que recibe, crea esta percepción que luego vemos como estando ahí afuera».

En otras palabras, como afirmó en su famosa charla TED de 2017, esa silla roja, el lobby del hotel y el propio Seth hablando son un tipo de alucinación, una controlada y no psiquiátrica o psicodélica, pero una alucinación al fin y al cabo.

«Lo que llamamos ‘realidad’ son alucinaciones que asumimos como reales porque todos tendemos a percibirlas de la misma manera», afirma el investigador de la Universidad de Sussex, en Reino Unido.

En entrevista para BBC, Seth habló de por qué es importante entender qué da forma a nuestra experiencia de lo que es real.

Las caras en las nubes

La idea de que estamos todo el tiempo alucinando y que, cuando nos ponemos de acuerdo en esas alucinaciones, le llamamos realidad tiene más de mil años, aclara Seth.

En aquel entonces, los científicos se dieron cuenta de que «si la percepción es la tarea de tratar de descifrar lo que está ahí afuera en el mundo, el cerebro no tiene ningún acceso directo a ello».

Imagina al cerebro, encerrado dentro de un cráneo, recibiendo «señales sensoriales, que solo son impulsos eléctricos que por sí mismos no tienen colores ni formas ni nada así», dice.

Ese cerebro lo que hace es tomar las señales sensoriales y combinarlas con experiencias previas sobre cómo funciona el mundo para darle sentido. La predicción más probable es lo que conscientemente experimentamos como real.

Seth ejemplifica con la neurociencia de ver caras en las nubes: «Las caras no están realmente allí y, sin embargo, de alguna forma parecería que sí».

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«Lo que está pasando es que para los humanos las caras son características muy importantes. No es solo que somos susceptibles a las caras, sino que tendemos a proyectarlas en todo», dice.

«Usualmente no funciona: puedo mirar esta mesa y que no se convierta en una cara. Pero si la información sensorial es lo suficientemente ambigua, entonces sí la veré. Es decir, que siempre hay una predicción de que hay una cara y luego hay una información sensorial que confirma o no esa predicción».

Una cara en una estructura edilicia.
Seth explica que los humanos estamos predispuestos a ver caras, entonces, cuando la información sensorial es lo suficientemente ambigua, las vemos aún en objetos inanimados.

Cuando las alucinaciones suceden en el contexto de casos clínicos o bajo los efectos de drogas psicodélicas, lo que se ve o escucha se aleja de lo que otras personas ven o escuchan.

«Pero como en general hacemos inferencias similares sobre qué está pasando en el mundo, es fácil para nosotros estar de acuerdo en que estas cosas realmente son de la forma que son. Si los dos estamos de acuerdo en que la silla es roja, entonces hay consenso de que la silla realmente es roja», afirma Seth.

¿Por qué importa?

Para el investigador británico, entender cómo funciona la consciencia desde el punto de vista científico es importante por tres grandes razones.

La primera es «porque lo es»: «Se trata de uno de los grandes misterios desconocidos sobre nuestro lugar como seres humanos en el universo«.

Según Seth, hay dos grandes ejemplos en que la ciencia logró «remover parte de la arrogancia de ser humano»: cuando Copérnico nos dijo que no éramos el centro del Sistema Solar y cuando Charles Darwin nos demostró que no éramos distintos al resto de las criaturas vivas.

«Cada uno de esos pasos hizo avanzar y enriqueció nuestra habilidad para vivir en este mundo», permitiendo «un entendimiento más profundo sobre nuestra relación con la naturaleza», explica.

Seth cree que la consciencia es el siguiente paso.

«Todavía de alguna forma la gente piensa: ‘Es cierto que estoy relacionado a un ratón, pero yo soy yo, soy consciente, tengo libre albedrío, tengo características que me diferencian de otros animales’. Pero una vez que entendemos que la consciencia es un proceso físico biológico que compartimos con otras criaturas, de nuevo, no somos tan especiales«.

«Y creo que este siempre es un mensaje poderoso para la evolución de nuestro entendimiento».

La segunda razón que enumera es más práctica y se vincula con la salud mental y los problemas neurológicos.

«Las condiciones psiquiátricas muchas veces se manifiestan en experiencias conscientes inusuales y angustiosas», dice Seth, ejemplificando con las alucinaciones propiamente dichas en los pacientes con esquizofrenia.

Conocer los mecanismos detrás de las experiencias conscientes permitiría tratar estas patologías y no solo los síntomas. Sería el equivalente a que, en vez de recetar un analgésico, se pudiese suministrar un antibiótico.

La tercera y última razón tiene que ver con «la tecnología, la inteligencia artificial, y la interacción entre el humano y la computadora«, afirma.

En su opinión, es importante avanzar en esta área del conocimiento y hacer retroceder la idea de que los sistemas con inteligencia artificial van a volverse autoconscientes y, de alguna forma, conquistarán al mundo como en la película Terminator.

O quizás pase y todos alucinemos que nunca sucedió.

Con información de BBC