Hay evidencia de que el cannabis podría ayudar en el tratamiento de la adicción y del dolor crónico que muchas veces genera la dependencia a este tipo de drogas. Dos académicos analizan esta posibilidad a propósito de la legalización de la marihuana en Canadá.
Es difícil pasar un día en Canadá sin que se escuche hablar de al menos dos tipos de drogas, pero por muy diferentes razones. Un tipo, los opioides, matan a cuatro personas por día en British Columbia. El otro, cannabis, será legalizado el próximo año.
La epidemia de sobredosis por consumo de opioides es la crisis de salud pública más grave de Canadá desde el surgimiento del VIH en los años 80. Comenzó con el abuso en la prescripción de calmantes de alta potencia y se disparó con el surgimiento de nuevas drogas ilícitas como el fentanilo. Ahora los expertos coinciden en que hay que buscar soluciones creativas con base en la evidencia científica.
¿Puede la legalización de la marihuana ser una de ellas? Al parecer, sí: es lo que las más recientes investigaciones indican.
Sobredosis fatales
La crisis de los opioides es el resultado de la sobredependencia del sistema médico en los opioides para aliviar los dolores. Casi uno de cada cinco canadienses vive con alguna forma de dolor crónico. Veinte años atrás, las compañías farmacéuticas comenzaron a desarrollar fórmulas de opioides de liberación lenta (por ejemplo, el OxyContin) y las mercadearon como medicamentos seguros y efectivos para el tratamiento de dolores crónicos no cancerígenos.
Ahora se sabe que estas drogas llevan consigo un riesgo extremadamente alto de dependencia y de sobredosis fatales. A pesar de esto, más de 20 millones de prescripciones de opioides son realizadas cada año en Canadá. Las sobredosis de drogas son ahora la principal causa de muerte en los estadounidenses menores de 50 años. Y prescripciones de opioides están involucradas en casi la mitad de esas fatalidades. Además, pareciera que los opioides pudieran ser menos efectivos de lo que se creyó inicialmente en el tratamiento de ciertos tipos de dolores crónicos no cancerígenos (por ejemplo, dolores neuropáticos).
El cannabis, derivado de las plantas de cannabis sativa, o marihuana, contiene muchos elementos. Entre ellos el tetrahidrocannabinol (THC, el componente psicoactivo principal de la marihuana) y el cannabidiol (CBD). Más allá de los bien conocidos efectos psicoactivos de los cannabinoides, nuevas investigaciones han demostrado que estos también interactúan con sistemas del cuerpo involucrados en la regulación del dolor.
Este descubrimiento ha llevado a los investigadores a estudiar el potencial del cannabis en el tratamiento de varias condiciones para los cuales los opioides son en la actualidad la primera o la segunda línea de terapia. Investigaciones clínicas de alta calidad que involucran la marihuana han sido frenadas por su estatus legal de sustancia prohibida. Pero una reciente revisión de estudios clínicos acerca de medicinas con base de cannabis (incluyendo la marihuana fumada o vaporizada) encontró mucha evidencia sobre el alivio de dolores crónicos no cancerígenos.
Resultados revolucionarios
El efecto de sustitución es una idea de la economía conductual que describe cómo el uso de un producto puede disminuir cuando la disponibilidad de otro se incrementa. Investigadores del abuso de sustancias recientemente han adaptado esta teoría para entender el potencial de sustitución entre el cannabis y los opioides. En otras palabras, ¿el uso de los opioides disminuye con un aumento del acceso a la marihuana?
En un estudio emblemático de 2014, un equipo de investigadores analizó data de Estados Unidos recabada durante un periodo de 10 años. Encontraron que los estados que han legalizado la marihuana medicinal reportaron una reducción de 25% en las muertes relacionadas con opioides, en comparación con los estados donde se mantiene prohibida.
Estos resultados abrieron el camino a otros estudios que indagan en la relación entre las leyes estadounidenses de marihuana medicinal y la reducción de los estimados de uso de opioides y de dependencia en cada estado. Pero como estos estudios poblacionales no pueden analizar el nivel de los cambios individuales en el uso de cannabis y opioides, se necesita una mirada más cercana a estas tendencias en diferentes subpoblaciones de gente afectada por la crisis.
Encuestas realizadas entre pacientes que usan marihuana medicinal a lo largo de Norteamérica muestran una clara preferencia del cannabis sobre los opioides. Por ejemplo, aproximadamente un tercio de la muestra de pacientes inscritos en el programa de Regulaciones del Uso de Marihuana con fines médicos de Salud Canadá reportan la sustitución de prescripciones de opioides por cannabis.
Para pacientes de dolores crónicos, este efecto de sustitución parece ser más generalizado: aproximadamente dos tercios de personas que tomaban opioides por prescripción en Michigan, cambiaron a la marihubana medicinal.
En el estudio más reciente, 80% de los pacientes de marihuana medicinal en California reportaron que utilizar únicamente cannabis resultó más efectivo en el tratamiento de su condición médica que tomar opioides con cannabis. Más del 90% estuvieron de acuerdo en que escogerían la marihuana por encima de los opioides si estuviera disponible.
Uso ilícito de los opioides
Pero ¿qué pasa con la relación entre el cannabis y los opioides en aquellos individuos más afectados por la crisis de los opioides (gente con experiencia de largo plazo utilizando opioides ilegales)?
Los dolores no tratados y el uso de sustancias se solapan. Algún tipo de dolor fue reportado por casi la mitad de las personas que se inyectan drogas y que fueron entrevistadas en un reciente estudio en San Francisco. Investigaciones de nuestros colegas en Vancouver encontraron que el tratamiento insuficiente de dolores es común en estas poblaciones. Esto resulta en el manejo individual del dolor a través de la obtención de heroína o de opioides de prescripción en las calles.
Esto significa que la marihuana puede tener un rol incluso entre aquellos individuos con experiencias extendidas en el uso de opioides ilícitos. Un estudio de California con gente que se inyecta drogas encontró que aquellos que utilizan cannabis consumían opioides con menor frecuencia. Todavía no es claro si esta diferencia se debe directamente al uso del cannabis, por lo que se necesita mayor investigación al respecto.
Potencial tratamiento de la ansiedad
Incluso sin dolor crónico, la marihuana puede resultar una alternativa efectiva entre individuos que deseen reducir o parar el uso de opioides. Existe evidencia creciente sobre el consumo del cannabis en el tratamiento de la adicción a los opioides. CBD, el componente no psicoativo del cannabis, es conocido por su interactuación con varios receptores involucrados en la regulación de comportamientos relacionados con el miedo y la ansiedad. Ha mostrado potencial en el tratamiento de diversos trastornos de ansiedad.
Los estudios también están investigando el rol del CBD en la modulación de las compulsiones y recaídas, comportamientos fuertemente relacionados con la ansiedad, en individuos adictos a los opioides. Recientes estudios preliminares sugieren que el CBD reduce la compulsión de los opioides. Una amplia prueba clínica se viene realizando en Estados Unidos.
¿Una respuesta audaz?
Canadá pronto se convertirá en el primer país del G-20 que introduce un marco legal de regulación del uso de la marihuana por adultos con fines no medicinales. Esto creará un experimento natural nacional para que el mundo lo observe. Legalizar el cannabis romperá barreras tradicionales para la comprensión de los impactos clínicos y de salud pública de la droga.
Este masivo cambio de política de estupefacientes no podía llegar en momentos más críticos. Al incrementar el acceso a la droga para propósitos tanto terapéuticos, como recreativos, tendremos la oportunidad de investigar los efectos de sustitución en diferentes poblaciones de personas que usan opioides.
Más allá de la protección de la juventud y la eliminación del crimen organizado, la Ley de Cannabis pudiera resultar una respuesta gubernamental no intencionada, pero audaz que nuestro país desesperadamente necesita ante la crisis de los opioides.