“Si las puertas de la percepción quedaran depuradas, todo se habría de mostrar al hombre tal cual es: infinito”. Esta es la frase de William Blake que sirve de preludio para el libro de Huxley y que hace eco a lo largo y ancho de todas sus páginas. He aquí dos ensayos escritos entre 1954 y 1956, pioneros sobre el consumo de mescalina. Huxley tenía un interés intelectual por las drogas psicodélicas y decidió experimentar y relatar sus experiencias, en las que exploró más allá del estado normal de conciencia y reflexionó de modo filosófico-estético sobre la sensación de unidad cosmológica y de belleza visionaria que estas sustancias producían.
Lo interesante del testimonio de Huxley es su profunda visión poética y trascendental. Para él no se trata de vivir un flipe alucinógeno que nos evada de la realidad, sino precisamente, de profundizar en ella, de ir más allá de la percepción ordinaria y contemplar cada cosa en su mismidad, en la plenitud de su ser, de su esencia, entendiendo la divinidad que albergan. “Hay un oscuro conocimiento de que Todo está en todo, de que Todo es cada cosa”, dirá.
Y lo más genial de su relato es que, aún reconociendo el efecto placentero y la amplificación de la percepción, Huxley nos dirá que la mescalina solo es una manera de favorecer ese tipo de vivencias, una ocasión para alterar la percepción. Pero no la única ni la mejor: el asceta y el artista pueden conseguir esa visión, ese estado de contemplación, sin droga alguna. Al modo de Blake: “Para ver el mundo en un grano de arena/y el cielo en una flor silvestre/abarca el infinito en la palma de tu mano/y la eternidad en una hora”. A la manera de Rilke, según sus Cartas a un joven poeta: “Si su vida cotidiana le resulta pobre, no le acuse a ella; cúlpese a sí mismo, dígase que no es lo suficientemente poeta como para extraerle sus riquezas. Para el verdadero creador no hay pobreza ni lugares comunes”. Como diría San Josemaría Escrivá de Balaguer: siendo “contemplativos en medio del mundo”:
Ahora conocía la contemplación en sus cumbres. En sus cumbres, pero no en su plenitud. Porque, en su plenitud, el camino de María incluye el camino de Marta y lo eleva, por decirlo así, a su propio poder superior. La mescalina abre el camino de María, pero cierra la puerta al camino de Marta. Procura acceso a la contemplación, pero a una contemplación que es incompatible con la acción y hasta con la voluntad de actuar, con la misma idea de actuar. En los intervalos entre sus revelaciones, el tomador de mescalina se inclina a la impresión de que, si bien en cierto aspecto todo es supremamente como debería ser, en otro hay algo que anda mal […] La mescalina no pudo nunca resolver este problema, solo puede plantearlo de modo apocalíptico a aquellos que nunca se habían visto ante él. La solución completa y final solo puede ser hallada por quiénes estén dispuestos a aplicar la buena clase de welstanschauung mediante la clase de comportamiento y la buena clase de vigilancia constante y espontánea. Por encima del quietista está el contemplativo-activo, el santo, el hombre que, en palabras de Eckhart, está dispuesto a bajar del séptimo infierno para llevar un vaso de agua a su hermano enfermo.