Las cigarras infectadas por unos hongos parásitos se entregan en orgías desenfrenadas provocadas por sustancias excitantes y alucinógenas. Los científicos han estudiado este extraño comportamiento para descubrir cómo estos organismos sintetizan estas drogas de forma natural.
Las ninfas de cigarra viven enterradas, y así pueden permanecer hasta 17 años, según la especie. Bajo tierra su vida discurre sin sobresaltos, lejos de los depredadores, pero a algunas de ellas les espera una auténtica pesadilla cuando salen al exterior: los hongos del género Massospora las acechan justo debajo de la superficie. Si tienen la mala suerte de encontrarse en un terreno infectado, el cuerpo de los insectos quedará completamente impregnado de esporas. A medida que las cigarras maduran, el hongo también se multiplica, causando estragos en sus víctimas, que pueden perder hasta dos terceras partes de su cuerpo, incluidos los órganos sexuales y una porción del abdomen, que se convierten en una masa blanca de esporas.
Y no solo eso. Tras ser infectadas, las cigarras salen zumbando, enloquecidas por tener sexo a cualquier precio, aunque les vaya la vida en ello, que es lo que sucede. Esta conducta afecta principalmente a los machos, algunos de los cuales imitan a las hembras para atraer a sus congéneres del mismo sexo, multiplicando así la dispersión de las esporas, y, con ello, la infección, lo que convierte a estos insectos en lo que los científicos han llamado “saleros voladores”.
¿A qué se debe este extraño comportamiento? En un estudio dirigido por Matthew Kasson, micólogo de la Universidad de Virginia, se descubrió que las cigarras infectadas contenían catinona –una anfetamina que hasta la fecha únicamente había sido encontrada en el medio natural en plantas qat del Cuerno de África y la península Arábiga, y psilocibina, una sustancia psicoactiva empleada para combatir la ansiedad y la depresión en pacientes con cáncer, que se encuentra de forma natural en el interior de setas alucinógenas. «Es difícil encontrar una explicación sencilla a este comportamiento inusual –explica Mathew Kasson a National Geographic– aunque podríamos concluir que la producción de anfetamina y psilocibina podrían tener algo que ver, total o parcialmente, con esta deshinibición sexual». Al parecer, estos componentes podrían ejercer una doble función: el agente psicotrópico mantendría a las cigarras complacientes, mientras que el estimulante las haría propensas a esas orgías desmesuradas con un trágico final.
En la actualización de la investigación, publicada recientemente en la revista especializada Fungal Ecology, los científicos secuenciaron el genoma de los hongos Messospora para intentar descubrir cómo producían estas drogas. Su sorpresa fue mayúscula. Esperaban hallar los mismos genes presentes en el qat y en los hongos alucinógenos, pero no encontraron ni rastro. Si los hongos carecían de los ingredientes necesarios para fabricar esas sustancias, entonces ¿cómo los producían? «La ausencia de las enzimas y metabolitos conocidos en la formación de estas sustancias sugiere que existe una nueva vía de producción biosintética», dice Kasson. Esto es, cigarras y hongos habrían evolucionado de manera conjunta para sintetizar estas sustancias. ¿Con qué motivo? «Es posible que los hongos impidan la acción de los depredadores, asegurándose así unas condiciones óptimas para su diseminación, o que eviten que las moscas parasitarias ataquen a las cigarras. Es como si los hongos compitieran con otros parásitos por el control de sus propiedades inmobiliarias», concluye Kasson.