La palabra Sogamoso viene de un vocablo indígena que quiere decir “morada del sol”. Es uno de los dos lugares en Colombia con mejor radiación solar, una gran ventaja para jugar en el nuevo mercado mundial del cannabis, el legal. Estar sobre la línea ecuatorial permite 12 horas de luz natural todo el año, para alegría de las cosechas. Allí tiene su plantación la compañía Clever Leaves que quiere participar con fuerza en el negocio mundial del cannabis medicinal que, en conjunto con el uso recreativo, puede alcanzar los 50.000 millones de euros para 2025. América Latina no se quiere perder la fiesta.
En Colombia, en 2016 se aprobó una legislación robusta y los costos de operación son menores que en otros lugares, lo que también beneficia el desarrollo del mercado verde. Además, el segundo exportador mundial de flores –después de Países Bajos– también ha volcado ese conocimiento a la industria emergente que deslumbra al mundo.
“Todos estamos aprendiendo”, responde con humildad Gustavo Escobar, cofundador y director de innovación de Clever Leaves, cuando lo presentan como la persona que más sabe sobre cannabis medicinal en Colombia. Lo hace de visita a la plantación de su compañía, un cultivo altamente tecnificado en el municipio de Pesca, entre las montañas del valle de Sogamoso, en el departamento de Boyacá.
Con menos de tres años de existencia, la compañía fue la primera autorizada en el país andino para enviar cannabis con fines científicos a Canadá, y junto con la uruguaya Fotmer Life Sciences cerraron acuerdos para convertirse en las primeras latinoamericanas en exportar a Europa, concretamente a Alemania. “Son exportaciones todavía con alcance de investigación, pero abren el camino para el desarrollo comercial”, explica Escobar, un ingeniero de 37 años con un MBA. Un reflejo de los pasos agigantados con los que avanza el naciente negocio.
La legalización del uso medicinal y científico de la marihuana – e incluso el recreativo– se antoja imparable. Canadá ha tomado la delantera. En 33 estados de Estados Unidos es legal su consumo medicinal y en una decena de ellos, el recreativo. En varios países de la Unión Europea el uso terapéutico se ha extendido, y solo en Alemania se calculan unos 700.000 pacientes.
Uruguay legalizó este mercado en 2013 y Colombia, golpeada por el estigma del narcotráfico, busca ponerse a la vanguardia. Todos los involucrados se esmeran en utilizar un lenguaje tan aséptico como las instalaciones que se levantan a lo largo y ancho del país –siempre hablan de cannabis, no de marihuana– y en repetir que se trata de medicina y ciencia, los únicos usos autorizados. El potencial macroeconómico es enorme. Según algunas proyecciones podría equipararse en unos años a las exportaciones de flores y banano combinadas para Colombia.
Este país puede sembrar legalmente más de 40 toneladas, según las cuotas que otorga la Junta Internacional para la Fiscalización de Estupefacientes (JIFE). “Los cupos no son la verdadera capacidad de producción, es una expectativa”, matiza Andrés López Velasco, hasta el mes pasado director del Fondo Nacional de Estupefacientes. “Aquí la comunidad médica ha sido muy receptiva, esa ha sido una diferencia grandísima”, apunta al destacar otras señales prometedoras.
En cumplimiento de la regulación, el perímetro del cultivo de Clever Leaves en Sogamoso tiene una triple barrera: alambre de púas, cerca eléctrica y sensores infrarrojos, además de un sistema de videovigilancia con 154 cámaras. La trazabilidad de cada planta asegura que ninguna pueda desviarse. Los invernaderos aprovechan el 90% del agua natural con un sofisticado sistema de riego israelí. Hace menos de año y medio, los terrenos no eran más que un potrero. Hoy las proyecciones se actualizan constantemente. Las 10 hectáreas en producción serán 15 para julio y 25 a final de año. En los pasos finales, los trabajadores deshojan las plantas hasta dejar solo la flor, que concentra sus ingredientes activos, los cannabinoides. Son más de un centenar, con propiedades aún inexploradas, pero los principales son el THC (psicoactivo) y el CBD.
El laboratorio de extracción, con grado farmacéutico, lo montaron en un parque industrial a mitad de camino entre Sogamoso y Bogotá. De ahí pueden salir unos 3.000 litros anuales de aceite de cannabis. La cadena combina talento y conocimiento reclutado de la agroindustria y el sector farmacéutico, así como personal familiarizado con la mística del cannabis, entre ellos los llamados master growers, expertos en los ciclos de cultivo. También atrae a extranjeros, como la española María Corujo. Esta doctora en biotecnología vegetal de 33 años está encargada de investigar la genética de las plantas para seleccionar las que mejor funcionan para el desarrollo médico. “Es un reto, porque hay mucho desconocimiento, pero es motivador”, explica. “Es una industria nueva en Colombia, pero también en el mundo”.
Clever Leaves, que comenzó con cinco empleados y hoy se acerca a 400, fue una de las primeras firmas en obtener las licencias, en 2016. Pero no es la única golondrina que anuncia el verano cannábico en un país más conocido en el mundo por su excelente café. Las empresas suelen ser alianzas de capital colombiano y extranjero, con fuerte participación canadiense, explica Rodrigo Arcila, presidente de la Asociación Colombiana de Industrias de Cannabis (Asocolcanna), que en menos de dos años ha pasado de seis a 30 afiliados. “No podemos perder la oportunidad histórica que se le presenta a Colombia para ser un líder en esto”, valora.
“Será el gran exportador de América Latina mientras México no legalice”, vaticinó hace poco el expresidente mexicano Vicente Fox, miembro de la junta directiva de Khiron, otra de las empresas importantes. El Gobierno ya ha autorizado licencias en 11 de los 32 departamentos, de acuerdo con información de ProColombia, que destaca las inversiones de las canadienses Cannavida y Pharmacielo –que cotiza, como Khiron, en la bolsa de Toronto–. El organismo público responsable de la promoción del comercio y el turismo en el exterior también apunta a Canadá, Alemania, Australia y México como grandes “oportunidades” de exportaciones. Nadie quiere quedar al margen de la fiebre del oro verde.