EFE – Para paliar su «intolerable dolor corporal», Mijal Applebaum, una mujer en la cincuentena que padece esclerosis múltiple, necesita marihuana cada día, pero Israel, en la vanguardia del desarrollo de la industria del cannabis medicinal, sufre una reciente escasez que afecta a los enfermos necesitados.
Muchas personas con recetas prescritas para adquirir cannabis terapéutico, legal en el país y que utilizan decenas de miles de pacientes, no han podido obtener en los últimos meses la cantidad que requieren. Se ven limitadas a una dosis reducida, lo que según denuncian a Efe varios de ellos, les afecta en su calidad de vida y perjudica el tratamiento de su enfermedad.
«Vivir con cannabis para sentirse mejor es un proceso difícil», explica a Efe Applebaum, de 58 años, a quien se le diagnosticó su dolencia -degenerativa y sin curación- hace casi dos décadas.
A medida que la esclerosis se desarrolló, esta diseñadora de interiores perdió facultades físicas y tuvo que dejar su trabajo. Ahora, con dificultad para caminar, se mueve en silla de ruedas y, ante los fuertes dolores que le aquejan, el cannabis es un bálsamo que le ayuda a dormir y a pasar el día con menos sufrimiento.
Sin embargo, en los últimos meses no recibe la cantidad prescrita y tampoco consigue una de las variedades de marihuana que requiere, lamenta.
«Para mí, el cannabis es un medicamento. ¿Qué debo hacer si no puedo obtener el mínimo necesario?», se pregunta, y narra que ha tenido que recurrir al mercado negro para adquirirlo, a un precio más caro.
«Encontré un contacto de confianza que me hace un buen precio, pero otras personas están siendo estafadas», denuncia.
En Israel, el uso medicinal del cannabis fue aprobado en 1999. Con los años, su acceso se ha facilitado, y hoy unas 40.000 personas tienen permiso del Ministerio de Sanidad para consumirlo.
Pero, hace unos meses, la principal empresa que proveía marihuana terapéutica, Tikun Olam, cerró temporalmente para adaptar su producción a estándares de Sanidad y por el traslado de su principal plantación.
También ha influido en la carencia la puesta en marcha de una reforma de la normativa que requiere comprar el producto en farmacias, y no directamente a los proveedores, como se hacían antes.
«Hay una escasez muy grave», denuncia a Efe con impotencia David Pappo, propietario de una farmacia de la localidad de Ramle, frustrado por tener que decir a sus clientes que no tiene suficiente marihuana para venderles.
Con el nuevo sistema, solo dos compañías están distribuyendo el producto y, tras el cierre temporal de Tikun Olam, estas no alcanzan a satisfacer la demanda.
«Es normal que los pacientes estén enfadados. Están enfermos», dice Pappo, que agrega que la lentitud del proceso también se debe a que «los estándares de calidad han aumentado».
No obstante, espera que el problema se resuelva en las próximas semanas, con una nueva cosecha y la incorporación de más compañías a la cadena de distribución.
En la Bolsa de Tel Aviv, la capitalización de mercado de las empresas dedicadas a esta industria ha alcanzado inversiones millonarias, múltiples compañías emergentes cultivan y comercializan el producto y este se ha convertido en un sector en crecimiento con grandes posibilidades de expansión.
Es ya un mercado sin tabúes, como demuestra que un exprimer ministro, Ehud Barak, y un exjefe del Mosad, Tamir Pardo, se hayan metido en la industria.
«Israel tiene el programa de cannabis medicinal más antiguo del mundo, con evidencia clínica de miles de pacientes y un enfoque centrado en la tecnología y el I+D», explica a Efe Saul Kaye, director general de la empresa iCAN.
Las perspectivas de negocio del sector aumentaron este año al aprobarse la exportación del cannabis para abrir nuevos mercados, incrementar las ventas y atraer inversiones. Se espera que la comercialización en el exterior se ponga en marcha próximamente.
«Los productores se ha preparado para exportar cannabis medicinal los últimos dos años y este crecimiento esperado se refleja en el aumento de las valoraciones de mercado», remarca Kaye.
Harry Rubenstein, que sufre espondilitis reumática, es pesimista y narra como ha pasado «más de una semana sin cannabis, el medicamento básico con el que trato mi dolor».
«Israel está a la vanguardia de la tecnología del cannabis, pero hay una desconexión entre los negocios y lo que sucede a los pacientes. Son dos burbujas completamente distintas», concluye este guía gastronómico, que lamenta que las autoridades no hayan informado a los pacientes de la situación.
Efe se puso en contacto con el Ministerio de Sanidad, y está a la espera de su respuesta.