La política prohibicionista contra las drogas, y en particular contra la marihuana, ha generado una situación incomprensible en las universidades y laboratorios mexicanos: mientras los científicos no pueden trabajar con los derivados de la planta por las restricciones que existen para hacer investigación, sí lo hacen con sustancias equivalentes de origen sintético que están menos reguladas.
Daniel Méndez Pérez, un joven biólogo egresado de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), ha sido testigo del absurdo. Él ha intentado desarrollar un protocolo de investigación con cannabinoides –o sea, los derivados de la planta– para un programa de posgrado, pero el comité académico encargado de evaluar su proyecto no está convencido de aprobarlo.
“Algunos de ellos (los investigadores) muestran interés, principalmente los de biología porque es una planta, pero ninguno acepta hasta que no tengan un papel legal que les garantice que no se van a meter en algún problema.
“Al final todos te dicen que no, porque pueden poner en tela de juicio su prestigio y su trabajo por estar trabajando con cannabis, porque todavía es un tabú”, lamenta Daniel.
El recelo de la comunidad científica estriba en que no existen lineamientos legales adecuados para poder trabajar con la marihuana. Entonces emplean cannabinoides sintéticos que, de acuerdo con el biólogo, no tienen el mismo efecto.
Lo que explica Daniel no es una simple apreciación. A finales del año pasado, David Fajardo Ortíz, investigador del Centro de Investigación en Políticas, Población y Salud, de la Facultad de Medicina de la UNAM, presentó los resultados de un estudio que prueba que el prohibicionismo sí afecta la investigación de los cannabinoides en el campo de la salud.
El especialista analizó mil 317 publicaciones científicas sobre las aplicaciones médicas de los cannabinoides y otras 175 sobre los efectos de los cannabinoides sintéticos. Los trabajos se realizaron en Estados Unidos, un país con fuertes regulaciones para trabajar con la marihuana pero no con sus sustitutos sintéticos.
Lo que Fajardo encontró es que la mayoría de las investigaciones con la planta se encuentra en las primeras etapas de estudio mientras que las hechas con sintéticos, menos satanizados, están en fases más avanzadas.
El título tercero de la propuesta contempla su uso para fines científicos y de investigación, aunque no profundiza en cuáles serán los lineamientos para trabajar con la planta. Solo indica que para realizar un trabajo de esta clase los interesados deberán contar con un protocolo autorizado por un instituto regulador que se creará con la entrada en vigor de la ley.
Dicho instituto tendría la obligación de definir los criterios que seguirán los protocolos, “los cuales deberán ser claros, objetivos y accesibles para los centros de investigación”.
Mientras el panorama cambia, Daniel enfoca sus esfuerzos en colaborar con la asociación civil Cannapeutas, fundada en 2017 para estudiar los beneficios médicos de la marihuana.
Este biólogo forma parte de un grupo multidisciplinario que tiene como misión “la profesionalización de la educación en materia de cannabis medicinal, a través de la capacitación de personal médico, divulgación de información e investigación científica”.
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Raúl Porras y Fabiola Bojórquez dirigen Cannapeutas. Él es médico cirujano y ella estudió Comunicación. Su idea de crear la organización surgió cuando el padre de Fabiola enfermó de cáncer de piel.
La necesidad de ayudar a su familiar por cualquier medio los llevó a experimentar con aceite de marihuana para aminorar las lesiones que se formaban en su cuerpo. El problema era dónde conseguir un producto que legalmente estaba prohibido.
“Tuvimos que pasar por el mercado negro y preguntarle a personas que consumen lúdicamente. Conseguimos un aceite artesanal del cual no teníamos idea del contenido, pero afortunadamente funcionó: mi papá fue prácticamente nuestro primer paciente experimental”, cuenta Fabiola.
En su odisea se dieron cuenta que, como ellos, muchas personas buscaban en la marihuana alternativas médicas para sus parientes enfermos sin contar con información suficiente de cómo hacerlo. “Decidimos hacerles un camino más sencillo”, dice Bojórquez.
Cannapeutas se dedica a impartir a médicos y pacientes talleres de capacitación en terapias con cannabis medicinal, para que sepan qué clase de enfermedades pueden tratar y cuáles no con base en la evidencia científica.
Se les enseña desde cómo hacer un cultivo casero hasta consejos para mejorar su producción, para que su cultivo no tenga contaminantes, plagas u hongos, para extraer el aceite de la planta de la manera más pura y en general, para reducir posibles riesgos a la salud por falta de un manejo adecuado.
En el equipo también hay abogados que orientan a los pacientes sobre cómo tramitar un amparo para adquirir legalmente un medicamento a base de cannabis. Y es que, con la legislación vigente, solo hay dos formas de tener acceso legal a estos productos: el autocultivo y la importación. Y en ambos casos, se requiere contar con un amparo.
“La idea es darles todo el panorama completo y que el paciente decida cómo llevar su tratamiento, pero que decida de una manera informada”, explica Raúl Porras
El reto es ahora llegar a más pacientes y doctores. Y es que, como pasa en la comunidad científica, entre los médicos también existe renuencia a aceptar los medicamentos a base de cannabis.
“Los nuevos egresados tienen más apertura al tema. Los que ya tienen un camino recorrido y una experiencia labrada en cierta forma de estudio, es más difícil actualizarlos… ellos ya están formados”, señala Porras.