Constellation Brands es una multinacional distribuidora de bebidas alcohólicas con una valoración bursátil superior a los mil millones de dólares, una cifra aunque impresionante muy acorde a los resultados esperados por las ventas de las marcas pertenecientes a su catálogo, en el que sobresalen la cerveza Corona, los vinos Robert Mondavi y el tequila Casa Noble. Precisamente por su alcance y poder es que su última adquisición, alejada de su zona de confort, parece destinada a ser el punto de inflexión en el proceso de consolidación de una industria llamada a transformar los negocios a escala global: la cannabis.
Según reporte de Reuters, “Constellation Brands Inc. compró casi 10% de participación en el productor canadiense de marihuana Canopy Growth Corp. por unos 191 millones de dólares (…) La iniciativa del fabricante de la cerveza Corona y el vodka Svedka llega en momentos en que Canadá y cada vez más estados estadounidenses avanzan hacia la legalización de la marihuana para uso recreativo, generando cuestionamientos a su estatus ilegal”. El CEO de la sociedad adquisidora, Rob Sands, explicó a Bussines Insider su movida empresarial como una “normal dentro de nuestro enfoque en identificar tendencias de consumo en las primeras etapas”.
Con un olfato para los negocios a la misma altura, Álvaro Torres cofundó Khiron Life Sciences Corp., una compañía “agro-farmacéutica” enfocada en la venta de cannabis para uso estrictamente medicinal. Torres, quien se ha desempeñado con éxito en las altas esferas del mundo inmobiliario, en el de la infraestructura energética y la vial, explica su visión de incursionar en este sector con un análisis económico valioso a la luz de la teoría del desarrollo Singer-Prebisch, también llamada como de los “términos de intercambio”. “En octubre de 2015 el gobierno de Colombia comenzó a publicar artículos sobre la legalización de la cannabis medicinal, un mundo del que sabía nada. Los artículos tenían como base la posibilidad de que el país se convirtiera en una potencia mundial en esa industria; pero centrando su análisis en la ventaja de costos de producción. Inmediatamente lo leí comencé a pensar que sería una lástima que de nuevo exportáramos extracto barato, porque es eso lo que hemos hecho toda la vida con el banano, las flores o el café: exportamos la libra de café a un dólar y luego Starbucks nos la vende en una taza a cinco dólares”. Ese modelo de desarrollo, que es el imperante en Latinoamérica, es “una carrera al abismo porque siempre habrá alguien, algún asiático, que produzca más barato”.
Una primera aproximación al sector, enfocada ésta exclusivamente en analizar su perspectiva comercial, llevó a Torres a investigar los casos de éxito de desregulación de cannabis, entre los que sobresalieron Israel, Holanda, Estados Unidos y Canadá, dejándole como conclusión la certeza de que “se podría fundar una gran compañía farmacéutica nacional de cannabis”. En una conversación entre Torres y Andrés Galofre, antiguo Brand Manager de Advil, se encontró la estrategia perfecta para hacer crecer una empresa como la que querían fundar. “Advil entró al país hace seis años y hoy tiene una presencia en el mercado de más del 30%, siendo un producto que realmente es lo mismo en todas sus presentaciones -nos cuenta Torres-. Es un genérico de ibuprofeno. Cuando le pregunté a Galofre sobre cómo logró eso, me habló del patient engagement, de diálogos con los doctores, de educación al gremio sobre el producto para ofrecerlo, teniendo como resultado la lealtad de los pacientes hacía una marca”. Una estrategia de ventas que Hollywood hizo una comedia romántica en Love and Other Drugs, sería la base para el sueño empresarial de Torres y Galofre, uno que ha concretado ya tres rondas de capital en Canadá, juntando la nada despreciable suma de 11 millones de dólares.
Khiron Life Sciences Corp. está diseñada como una “farmacéutica basada en la cannabis, pero validada médicamente”, capaz de explotar la ventaja natural de Colombia y la región latina, pero sobre todo enfocada en entregar a los doctores de nuestra región un producto de gran calidad, que en el mundo se ha podido comprobar su capacidad para mejorar la calidad de vida de los pacientes. “Lo que estamos plasmando, incluso desde el logo de Khiron, es posicionarnos como un universo de entendimiento en todo el espectro de lo que es la industria de la cannabis medicinal: saber qué necesita un paciente, qué requiere un doctor, cómo debemos movernos en el proceso de regulación”. Las palabras de Galofre, cofundador de Khiron, nacen del peso que contrae el ser pioneros en una industria que además de ser naciente, con todos los obstáculos que eso contrae per se, es una que debe luchar con un poderoso e injusto lastre en la imagen pública que proyecta. “El trabajo acá pasa por desmitificar, mostrar evidencia médica, hablar con el regulador y demostrar que el cultivo es un producto beneficioso y mejor que lo ofrecido hoy a los pacientes. Nos enfrentamos al problema de crear no desde cero, sino desde lo negativo y por eso es que nuestro objetivo es educar para cambiar el imaginario colectivo”, enfatiza Galofre. Podríamos decir que Khiron está por convertir un mercado ilegal en una poderosa industria medicinal.
Ese proceso de transformación requiere entender por qué tiene la cannabis su estatus actual como droga peligrosa. “La situación se debe a que en 1930 se prohibió”, relata Torres. Carlos Gutiérrez en su texto “La Corrupción del Poder” para Le Monde Diplomatique, tiene una explicación a la par de la del ejecutivo: “el cáñamo (…) un vegetal que por siglos sirvió de fuente principal para fabricar sogas y velas para barcos, ropa, papel, insumos para calmantes, y no menos de otros 25 mil productos, fue criminalizado en 1937 en los Estados Unidos bajo la ´Marihuana Tax Act´, por acción pública y por presión de dos grupos empresariales: la industria periodística que manejaba William Randolph Hearst, uno de los hombres más ricos de su época, y la multinacional Dupond. El interés de estos grupos en ilegalizar el cáñamo residía en sus intereses económicos y en su imposibilidad de vencer las propiedades de una planta que no requería químicos de ninguna especie para su utilización. Hearst era propietario, además, de miles de hectáreas en las cuales había sembrado árboles para desde allí obtener la pulpa de papel con la cual imprimir sus periódicos y Dupond tenía la licencia sobre el ácido sulfúrico indispensable para procesar la pulpa de papel, además del rayón y el nylon, que encontraba en el cáñamo a un ecológico e incómodo competidor”. Teniendo como referencia el fiel retrato que del magnate mediático hizo Orson Welles en su glorificada Citizen Kane, el relato es uno incapaz de generar sorpresa.
La historia contada por el editorialista tiene un contexto impactante. Para aquella época, Andrew W. Mellon, principal inversionista de Dupont y quien fue secretario del Tesoro de los presidentes Warren G. Harding, Calvin Coolidge y Herbert Hoover, nombró a Harry J. Anslinger director de la Oficina Federal de Narcóticos y Drogas Peligrosas, el primer zar antinarcóticos del mundo, quien prohibió el cáñamo después de clasificarlo como peligroso. El plan de acabar con este producto de la naturaleza vino a ser apoyado por Hollywood con producciones propagandísticas como Reefer Madness (1936), Marihuana: Assassin of Youth (1935) y Marihuana: Weed With Roots In Hell (1936), todas enfocadas en demonizar a la planta que afectaba los negocios de este poderoso dúo. Lo explicado por Torres: “la cannabis es una planta con más de 8.000 años de historia… Eli Lilly & Co, una de las farmacéuticas más grandes del mundo, vendía en 1915 productos de cannabis, lo que pasa es que la prohibición frenó eso e impidió la posibilidad de seguir investigando”, funciona como un tajante cierre.
Torres viajó por los principales estados de Estados Unidos buscando posibilidades de inversión para su empresa, aunque dando con ofertas poco atractivas para el plan trazado. “Lo que encontramos fue que todos querían venir a Colombia a comprar cannabis barata y llevársela. Y es una idea de negocio muy válida, que muchas empresas tendrán; pero no es la nuestra. Así fue hasta que conocí a unos banqueros canadienses quienes me dijeron ‘oiga, esta es una gran idea, es muy diferencial; pero usted lo que necesita es capital’”. Por eso, en gran parte, es por lo que Khiron es una compañía con alma canadiense.
Adicional a los inversionistas encontrados, Khiron se incorpora en ese país del norte producto del boom económico iniciado allí a raíz de la legalización de la planta para uso medicinal, siendo su próxima evolución el permitir libremente su uso recreativo en julio de este año. “El mercado en Canadá está creciendo exponencialmente. Sólo las 45 empresas de cannabis cotizando en bolsa están valuadas en 10 billones de dólares”. Los reportes periodísticos comprueban las aseveraciones realizadas por el hombre de Khiron: Bloomberg anuncia un “frenesí” en el precio de las acciones de compañías de cannabis en Canadá, CNN anticipa la creación de una industria “multimillonaria”, y un reporte de Deloitte proyecta un mercado de 22 mil millones de dólares para el 2020.
No obstante el tamaño y las oportunidades del negocio, el factor determinante para dedicarse por completo a esta industria, según Torres, es el potencial médico del producto. “Para mí, la región con más necesidad de cannabis no es Canadá, sino América Latina. En Colombia hicimos un estudio con IMS Quantilies y encontramos que hay 5.6 millones de pacientes en Colombia diagnosticados con epilepsia, depresión, ansiedad… De esos, hay 2 millones que sufren de dolor crónico reumático, quienes están obligados a tomar opioides, OxyContin o dos tarros de Advil al día. No queremos ir vender a Canadá mientras desatendemos las necesidades de estos pacientes, quienes se están envenenando con productos importados, caros, que generan altos costos para el sistemas de salud”.
Resalta el ejecutivo que su estudio fue local, pero en “América Latina hay 620 millones de personas” y es fácil traslapar las necesidades de un país al resto. Siendo cierto que el cannabis no cura enfermedades, si es clara su capacidad para paliar muchas de las consecuencias que contraen ciertas patologías. Dice Torres, en referencia a quienes sufren de estrés postraumático, un síndrome de importancia mayor para países como Colombia, México y Estados Unidos, que su problema “es que no pueden dormir por las pesadillas, siendo el cannabis el que les ayuda a recuperar el sueño”. En referencia a aquellos batallando con el cáncer, “la cannabis es la mejor opción para pacientes con quimioterapia, que sufren de nauseas, insomnio, dolor y falta de apetito”. Hoy, a estas personas se les trata con opiáceos. “Si tomas un tarro de OxyContin y ves las contraindicaciones que tienen son terribles”. Tan terribles son que su uso masivo ha causado la declaración de una emergencia de seguridad nacional en los Estados Unidos.
Dice Ana Cristina Laurell en su reportaje para La Jornada que “desde hace una década se gesta en Estados Unidos una crisis muy grave de mortalidad por sobredosis de narcóticos, relacionada con una alta prescripción legal de potentes analgésicos opiáceos. La autoridades sanitarias de ese país calculan que en 2016 se produjeron 64 mil 70 muertes por esta causa, con un incremento de 21% respecto del año anterior. Esto significa que esos fallecimientos son superiores a los provocados por armas, accidentes de automóviles, homicidios y suicidios. La historia de esta crisis tiene elementos ilustrativos de la manipulación política de esta tragedia, por un lado, y la ausencia de escrúpulos de las farmacéuticas y la falta de ética de muchos médicos, por el otro”.
El párrafo de Laurell es un exacto resumen del especial que sobre el tema hizo 60 Minutes de la CBS, para el que fue entrevistado Matt Murphy, antiguo Chief of Pharmaceutical Investigations de la DEA, quien hoy trabaja como asesor de Khiron. En entrevista al diario El Espectador, Murphy deja claro que “hace 10 o 15 años se pensaba que la marihuana no era útil para esto, pero ahora es diferente. La población puede llegar a comprender los beneficios y eliminar los prejuicios. En esa época ningún Estado lo hubiese hecho. Creo que hay que usar formas innovadoras para tratar el dolor y el cáncer. El Gobierno y la sociedad deben cambiar su pensamiento, y creo que si esto funciona bien en Colombia puede ser un modelo para Latinoamérica. Es un proceso en el que se debe educar a los médicos, al Gobierno y a la industria”. Culminando su conversación, el antiguo hombre de la DEA estipula que “en Colombia se usan muchas drogas con base en opioides que son muy costosas y generan riesgos para la salud, con una tasa de mortalidad alta. Se intenta dar una nueva opción que pueda suplir estas necesidades de los pacientes. A eso se suma que son medicinas muy costosas y algunos de los pacientes deciden recurrir a comprar otras sustancias, como la heroína, que no son medicinales pero calman el dolor, y terminan en sobredosis. Esto suele pasar mucho, pues son adictivas. Ante las desventajas de los opioides y los beneficios de la marihuana se decide evaluar si para un dolor fuerte de espalda es mejor usar la oxicodona o la marihuana medicinal”.
Los altos costos de los productos farmacéuticos, sus controversiales resultados y los enormes beneficios que trae la alternativa dada por la naturaleza, han creado lo que Torres denomina un “mercado gris” nacido desde la compasión de algunos doctores con los pacientes urgidos de adquirir un producto que realmente les ayudé en su proceso de lucha contra unas fuertes enfermedades. Pero hay allí también un reto, puesto que a los “pacientes hay que dejarles saber que ese producto de cannabis que hoy consumen, no sólo es más costoso que lo que nosotros podríamos producir; sino que no tiene los controles de calidad que nosotros impondremos”.
Siendo esta una farmacéutica enfocada en los pacientes y doctores, no es sorprendente saber que se haya depositado allí la mayor parte de su inversión. “Nuestro Chief Medical Officer es Paulo Vega, un reputado neurólogo con el que iniciamos los contactos con el gremio médico. De allí firmamos nuestra primera alianza con la Asociación Médica de Neurología, que tiene cerca de 800 doctores. Con ellos arranquemos nuestra primera misión: educar. Con IMS Qualities hicimos un estudio sobre la percepción que tenían los doctores sobre la prescripción de cannabis y la calificación promedio de 300 doctores fue 3.6 sobre 5. Que no está mal; pero cuando comienzas a contarles a ellos de los 130 compuestos de la planta, que tiene terpenos y flavonoides, que funciona en la epilepsia con resultados excelentes, la respuesta es inmensamente positiva.” En la lucha contra ésta enfermedad, The Guardian publica un reporte esperanzador: los niños que han experimentado con una droga derivada del cannabis han reducido las convulsiones en tasas muy altas, llegando incluso en unos pocos casos a eliminarlas por completo. “A través de la asociación médica vamos a meter a todos los doctores a unos cursos de educación continuada, para que antes de prescribir sepan qué es este producto, todo a través de unos módulos escritos por doctores como Daniel Schaffter de Toronto, uno de los doctores con más pacientes de cannabis en su país. En febrero próximo vamos a lanzar el primer congreso médico de cannabis en Colombia. Es que el punto de todo esto es darle a los médicos lo qué quieren ver realmente: estudios, literatura, análisis… Es por eso que vamos a traer a ese congreso a Michael Dor, la persona del ministerio de salud en Israel encargada de la prescripción de cannabis en pacientes”. Un “dream team” que se complementa con miembros del equipo encargado de la gestión de llevar Namaste Technologies al mercado (empresa valorada hoy en 800 millones de dólares), enfocado todo en consolidar la primera farmacéutica de cannabis multilatina.
Pero si el centro de toda la estrategia está en los doctores, todo el objetivo recae en los pacientes. “Hace un mes hicimos un cóctel al que fue un cabo del ejército colombiano, y nos contó la historia de su hija de cinco años que nació con ceguera y epilepsia. Ya desesperado por las convulsiones, por no saber qué día iba a no verla más, el militar nos contó que después de darle cannabis pudo por fin conocerla, porque antes por estar ella todo el día en convulsiones no sabía quién era. Esa es la historia de Khiron. Esa historia nos conmovió mucho, alguien que está en el Estado y que lucha contra este negocio en su rama ilegal, usa esta producto para mejorar la calidad de vida de su hija.” Pocas imágenes pueden ser más fuertes.
La anécdota sobrepasa su condición de emocional y se proyecta hacía el debate de lo político. Y es que el éxito en la construcción de esta industria pasa por el decidido apoyo del Estado. “Yo me la pasó dos semanas al mes en Estados Unidos y Canadá promoviendo la compañía. El 70% de la preguntas es sobre Colombia y la situación de los cárteles. Es un reto tremendo superar esa imagen. El gobierno debería darse cuenta de la importancia de lo que podemos crear acá. Mañana podría, por ejemplo, decirse por ley que todas las llantas de auto deberían incorporar cáñamo y ya se crea una industria.” La planta de la cannabis es una que se puede explotar en su totalidad para producir miles de productos, como bien se resaltó en el texto de Gutiérrez. Desde la perspectiva del gobierno, hacer esto sería casi una inversión: en texto de Forbes se deja saber cómo en Colorado, donde el producto se legalizó, se han podido crear ingresos fiscales por 70 millones de dólares en un año. “Lo que pedimos desde el gobierno es que se promueva esta industria”. En esa misión, una denominación de origen para la cannabis es una idea válida.
Para Álvaro Torres, CEO de Khiron, su empresa hace parte de la rama del capitalismo bautizada como altruista, en donde el enriquecimiento debe ser compatible con la mejora en la calidad de la vida de sus clientes. “Yo que tengo un pie en Canadá y en Colombia, veo el potencial que tiene esta industria para nuestro país y para nuestros pacientes”. América Latina está cambiando lentamente su visión y, como deja claro Torres, “la tendencia es ya irreversible hacia la legalización en términos médicos”. Un cambio de visión impulsado, seguramente, en el hecho de que los datos económicos proyectados para Canadá son replicados en otros países: Forbes estipula que el tamaño del mercado en su país, Estados Unidos, lo va a llevar a pasar de tener ventas de 7.1 miles de millones de dólares en 2016 a 14 mil millones para 2020. En la charla con Álvaro Torres se llegó a la conclusión de que “en América Latina estamos hablando de un mercado, en cifras conservadoras, de 30 mil millones de dólares al año”. Hoy, a Khiron se acercan doctores buscando una solución para muchos de sus pacientes, por lo que la posibilidad de llegar a esas cifras en el futuro es altamente probable.
El hecho de que la calidad del producto amenace los intereses de grandes industrias consolidadas hace renacer viejos fantasmas que desde el pasado amenazan su estatus legal a futuro. Anna Kasparian, en su reportaje sobre el tema para The Young Turks, revelaba la fuerte presión de la industria licorera en Estados Unidos para revertir los avances en la materia. No obstante, Juan Diego Álvarez, Chief Regulatory Office y uno de los miembros importantes de ese universo de entendimiento de Khiron, mantiene una perspectiva muy positiva. Sobre la legalización de la cannabis “la tendencia ya está muy marcada a nivel global. En América Latina: México, Perú y Colombia tienen los marcos legales más sólidos. (Khiron planea incursionar en México este año). En muchos países, las iniciativas de legalización provienen de ciudadanos, de pacientes, casos dramáticos de enfermos que fuerzan a los gobiernos a actuar y eso genera alguna debilidad. En Colombia, en medio del proceso de transformación de la política de la lucha contra las drogas, se empezó a implantar este enfoque, resultado de un escenario internacional en el que la legalización se comienza a pensar como un medio para producir medicamentos de este tipo de manera segura, pero desde el gobierno mismo como autor de la iniciativa, con un apoyo unánime de todos los estamentos políticos, por lo que la seguridad jurídica es mayor”. Siendo el país uno de los aliados históricamente más importante en la lucha contra las drogas de Estados Unidos, el cambio en su perspectiva es uno con potencial de afectar la visión de muchos países a nivel global.
El caso de Uruguay, paradigmático y mediático, es uno lleno de complicaciones según reportes del New York Times en español. Para Álvarez, quien comparte el diagnóstico, el problema está en que “al regular ambos mercados de la cannabis al tiempo: el medicinal y el recreacional, el segundo consumió al primero, generando problemas en tratados internacionales”. Uno de ellos es la “imposibilidad de insertar las empresas al sistema financiero”, como nos cuenta Torres. En el reportaje que sobre el tema realizó el programa Last Week Tonight de HBO, se notaba claramente cómo el principal problema de los empresarios en Estados Unidos de esta industria estaban relacionadas con el manejo de inmensas cantidades de dinero en efectivo. Frente a eso, como dice Álvarez, “haber aprendido las lecciones de lo hecho por Uruguay” permitirá a los siguientes hacer una creación de la industria más gradual y adecuada a los retos de la actualidad. “Ser segundos muchas veces permite ser primeros más adelante”, sentencia el ejecutivo.
Por ser un producto con tantas posibilidades económicas para la región, con un futuro prometedor frente a su legalidad, pero que además tiene una importante ventaja competitiva en nuestros países, América Latina está tarde en enfocar sus políticas en pro de tener una industria de cannabis cuya visión debe ser muy similar a la del equipo detrás Khiron. El objetivo buscado es no convertirnos en exportadores de una materia prima que luego las grandes farmacéuticas nos vendan como producto manufacturado, sino ser capaces de crear una verdadera y profunda revolución industria y económica en el continente. Bien lo explica Debra Borchardt en su artículo para Forbes: “para ponerlo en perspectiva, el crecimiento de este mercado ha sido más grande y rápido que lo que fue el de la industria de las ‘dot.com’”. Sería imperdonable dejar pasar la oportunidad.